sábado, 28 de enero de 2012

Silencio porque Dios habla



Realmente, Venerada Hermana, tiene razón de preocuparse para que la observancia sea completa, completísima, sobre todo la observancia del silencio.
Verá, nos es que el silencio material sea lo más importante en el Carmelo, pero sí que es la condición indispensable para obtener las dos cosas más importantes, que son: la presencia de Dios y la caridad. La presencia de Dios se obtiene espontáneamente en un ambiente de silencio., porque Jesús y María hablan muy quedo en el fondo del alma; si no hay voces discordantes, entonces, aquella voz dulcísima se oye admirablemente y se vuelve “más cortante que espadas de dos filos” (Hb. 4,129. pero si hay voces discordantes, voces de criaturas, no se oye nada. Y ¡vaya ganancia!

Continúe llevando a las novicia por el camino del silencio; que puedan continuar diciendo que los pajaritos hacen más ruido que toda las novicias juntas. Que vivan muy solitarias hasta la profesión solemne.

Ojalá que en ese Carmelo, durante el día, fuera de la recreación se mantenga el silencio tanto como en el convento de Rennnes, del que se cuenta que el Sr. Obispo, a quien gustaba mucho visitarlo, se quedaba admirado de ver que, a pasar de vivir en él cien religiosos, a cualquier hora del día hubiera tanto silencio como si fuese media noche.

No hablar sino por necesidad, y entonces en voz baja. En la santa recreación, bien unidas todas, y alegrarse mutuamente con santa alegría.

Bartolomé Xiberta, O. Carm., in “Fragmentos Doctrinales”, p. 250-251

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