sábado, 31 de diciembre de 2011

La teología de Bartolomé Xiberta VI


Como conclusión de todo, quisiera ofrecer una reflexión final junto con un ruego.

El Papa Benedicto XVI en el discurso durante la inauguración del curso académico en la Universidad Católica del Sagrado Corazón (25 noviembre 2005), decía: “Si toda universidad tiene como misión fundamental la constante búsqueda de la verdad mediante la investigación, la conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad, una comunidad académica católica se distingue por la inspiración cristiana de las personas y de la comunidad misma, por la luz de la fe que ilumina la reflexión, por la fidelidad al mensaje cristiano tal como lo presenta la Iglesia y por el compromiso institucional al servicio del pueblo de Dios. Por eso, la Universidad Católica es un gran laboratorio en el que, según las diversas disciplinas, se elaboran itinerarios siempre nuevos de investigación en una confrontación estimulante entre fe y razón, orientada a recuperar la síntesis armoniosa lograda por santo Tomás de Aquino y por los otros grandes del pensamiento cristiano, una síntesis contestada, lamentablemente, por importantes corrientes de la filosofía moderna” (cf. Ex Corde Ecclesiae).

Repasando la vida del P. Xiberta he creído entender que él vivió la teología que enseñaba. Es decir, lo que se “cocía” en las clases que daba en la Universidad Gregoriana, en la Regina Mundi, y en otros lugares de investigación, lo acercaba a la vida diaria. Soy testigo que lo acercaba también pastoralmente a nuestras comunidades de monjas, lo desmenuzaba en la enseñanza de la vida consagrada y fraterna en nuestros monasterios. El P. Xiberta supo unir, como en un diábolo, la investigación de laboratorio de la universidad con las necesidades pastorales concretas de la Orden y de las provincias y comunidades, lo que pedíamos y necesitábamos en aquel momento concreto de la historia. El Padre Xiberta era un pastoralista.

Actualmente se busca anunciar el mensaje cristiano con un lenguaje adecuado, y se habla de recuperar una teología mística narrativa, frente a la teología de la argumentación. Una vez más, el P. Xiberta se adelantó a su tiempo. Mejor dicho, como se dejaba llevar por el Espíritu Santo, éste le abrió a una teología siempre actual. Y es así. Mi experiencia me ha enseñado que las monjas más unidas al Señor son las más abiertas en momentos de cambio, hacen gala de una clarividencia dada por el Espíritu Santo y en ningún momento tienen miras estrechas o timoratas. Quizás ustedes pueden compartir también esta experiencia habida entre los frailes y monjas de sus comunidades, entre los laicos, incluso con sus familiares. Pero esto sí, ante el atractivo de la moda o de las novedades del mundo, el P. Xiberta tenía también muy claro que la fidelidad a Cristo plantea unos límites y que el principio que afirmó Jesús de estar en el mundo sin ser del mundo  es fundamental, y posiblemente en nuestros días más difícil de aplicar.

Ahora el ruego. A los frailes, monjas, religiosas, laicos Carmelitas, a todos los estudiosos de la Orden y de la Región Ibérica, les pediría que la investigación de laboratorio que están haciendo sirva para dar las respuestas que en este momento necesitan nuestras provincias, comunidades, y nuestro mundo en general. Vamos un poco a ciegas, pues bien, de la reflexión teológica, eclesiológica, pastoral, escriturística, etc., debería surgir la palabra que nos dé luz en medio de este mundo que reclama una nueva evangelización, unos ánimos renovados para vivir nuestro carisma y transmitirlo. Recogiendo el símil del diábolo veamos cómo se actúa en el mundo de los negocios: En una parte del mismo se halla lo que estudia e investiga la Universidad, digamos nuestros estudiosos, de la otra parte, lo que las escuelas de Profesionales recogen de los estudios de la Universidad, que siempre son ideas abstractas, y les dan forma para aplicarlas a la práctica de las empresas, en medio se unen y dan origen a las ideas concretizadas, a los retos materializados, resueltos según las demandas y a partir de las investigaciones. En Barcelona, existen varias escuelas de Profesionales: ESADE (de los Jesuitas), IESE (del Opus Dei), EADA, Fundación privada que cuenta entre 4000 y 5000 alumnos anuales matriculados.

¿Podemos esperar algo parecido de las investigaciones de laboratorio de nuestros estudiosos en la Orden y de los profesionales de la vida carmelita? ¿Saldrá una nueva escuela que hará luz para afrontar los retos de evangelización que necesitamos?

Madre María Pilar Simón, O. Carm., Ponencia en el Encuentro de la Familia Carmelita 2011

viernes, 30 de diciembre de 2011

La teología de Bartolomé Xiberta V



La dedicación del P. Xiberta a las monjas

Todas las que lo conocimos podemos dar testimonio de que el P. Xiberta amaba a las monjas, hasta en los más pequeños detalles, y sufría cuando veía algún fraile que no se preocupaba de ellas. Todas constatamos también, yo la primera, que hemos recibido mucho de él, supo dejarnos un poso de espiritualidad bien fundamentado en la Teología y la Escritura, y lo hizo a través de cartas, de consejos, de ejercicios espirituales, etc. Ahora podemos preguntarnos: ¿Y el P. Xiberta recibió algo de las monjas? Mi respuesta es que de una monja recibió mucho, esta monja es santa María Magdalena de Pazzis. Nos había dicho que le gustaba leer lo que de ella habían escrito porque nunca encontró nada que fuera contrario a la fe y la teología. Las citas de Sta. M. Magdalena, también en los ejercicios espirituales que estoy comentando, fueron frecuentes en él.

Después de Sta. María Magdalena de Pazzis, quizás haya habido otras monjas que influyeron en su vida espiritual. En su conjunto, todas las monjas, en general, tuvimos una influencia en el amor del P. Xiberta por la vida de soledad, silencio y oración, también litúrgica, de nuestros Monasterios, por la vida que él llamaba de nuestros primeros Padres del Monte Carmelo. El Señor sabe si, actualmente, se mantiene. Quizás tendremos que escuchar de nuevo su voz en aquellos ejercicios cuando nos decía: “Veneradas hermanas, ahora el Concilio Vaticano II nos trae una preparación para nuevos cambios, y no sabemos cómo serán. Hemos de tomar por norma la responsabilidad de que nuestra actuación se oriente hacia costumbres que favorezcan el ideal inmutable del evangelio. Toda costumbre que favorezca la alabanza de gloria será aceptada i esta renovación no se rechazará bajo el pretexto de que antes no se hacía. Preguntémonos siempre: Este cambio ¿aumentará la presencia de Dios? ¿Mantendrá los puntos del evangelio que nuestros Padres han puesto como norma de nuestra vida? Ntra. Stma. Madre, que lleva siempre la dirección de nuestra Orden, guíe nuestros pasos y a cada uno de nosotros”.

Madre María Pilar Simón, O. Carm., Ponencia en el Encuentro de la Familia Carmelita 2011

miércoles, 28 de diciembre de 2011

La teología de Bartolomé Xiberta IV




Dios desea a la persona

El amor que el P. Xiberta tenía a Jesús, el Verbo encarnado, y a nuestra Madre, le hacía preguntarnos: “¿Qué es más importante que amar a Jesús y María?” Y la respuesta era: “Dejarse amar por ellos”. Él había entendido perfectamente y vivía la realidad de que Dios en Cristo ama a sus criaturas, tiene sed de amarlas y sed de nuestro amor. Recordemos la frase del P. Xiberta: “hemos sido predestinados a ser conformes a la imagen de Jesús”, recordatorio que hacía en cada meditación.

Ahora se habla mucho del pathos divino, es decir, del hecho de la participación de Dios en la situación difícil del hombre, de la persona humana, del compromiso de Dios en la historia. El pathos afecta a Dios, no sólo en el conocer sino también en el sentir de Dios. Para Dios yo soy alguien que tiene un valor ante él. Nadie se ha tomado tan en serio al hombre como Dios, porque la persona humana no es sólo la imagen de Dios, es la preocupación, el desvelo perpetuo de Dios. Con todo, hemos de precisar que la noción de pathos divino no puede identificarse con la esencia de Dios, porque no es algo absoluto sino una forma de relación. San Gregorio de Nisa dice que las palabras y los conceptos crean los ídolos de Dios, por eso hemos de entender bien lo que decimos y fundamentarlo en la Escritura y  en los Padres de la Iglesia.

Aunque no es muy común que Dios manifieste sus sentimientos, en algunos lugares, como en el cap. 11 del profeta Oseas, Dios nos deja leer en su corazón, nos manifiesta el incoercible deseo que tiene de hacer, sea como sea, alianza con la humanidad caída. Pero Dios no podía expresar todo su deseo en el A.T. porque no era hombre . En la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo eterno del Padre, Dios y hombre, se nos expresa definitivamente este Amor, este Deseo que llama a todo hombre. En la teología del P. Xiberta, afincada en la lectura de los Padres –y en este apartado del deseo de Dios, san Agustín, san Bernardo, santo Tomás, entre otros, son hombres de deseo y así lo manifiestan en sus escritos-  en esta teología, el P. Xiberta nos quiso expresar que Dios, en Jesucristo, vive del deseo del hombre, y el deseo que tiene el hombre de Dios es respuesta al deseo que Dios tiene del hombre. Jesús en la Cruz lanza el grito: “Tengo sed”, sed de que la persona, el ser humano, tenga sed de él.

En los ejercicios espirituales, el P. Xiberta se esforzaba en hacernos experimentar el gran amor que Dios nos tiene, no sólo al crearnos, sino sobre todo y de manera especial durante su vida terrena y su Pasión y muerte de cruz. Nos decía: que Jesús había deseado ardientemente este momento supremo de su vida. Y repasaba los evangelios para que viésemos cómo, a medida que se acercaba “su hora”, se intensificaba el recuerdo de su pasión y muerte y aceptaba los sufrimientos que le sobrevendrían. Copiamos sus palabras: “Cuando un objeto, algo, produce dolor, este dolor afecta al corazón, en Jesús no era preocupación externa sino sentimiento de amor. A nosotros nos miraba como el objeto de su pasión, como los causantes. Si su Corazón amabilísimo hubiera sido capaz de rechazarnos, lo hubiera hecho, pero para Jesús la pasión y muerte era la finalidad de su vida, la finalidad de su unión hipostática con  el Verbo”.

“Seguramente que el conocer y profundizar los sentimientos interiores del Corazón de Jesús será objeto de nuestra contemplación y nuestro gozo accidental en el cielo”. Esta frase del P. Xiberta concuerda perfectamente con la coronación del deseo que expresa santo Tomás: “En esta felicidad, consecutiva a la visión divina, todo deseo humano queda saciado, según la palabra del salmo: ‘Colma tus deseos con sus bienes’, y todo esfuerzo humano encuentra ahí su coronación” . O sea, el deseo de Dios continuará en el cielo, porque Dios seguirá deseando a la persona y la persona a Dios. Como siempre, al final de cada meditación, el P. Xiberta hace una referencia a María: “Ntra. Stma. Madre que debía ser la confidente, la testigo de las manifestaciones externas de los pensamientos internos de su Hijo, nos ayude a conocer estos mismos sentimientos”.

Acabo este apartado como lo he empezado. Dios desea a la persona, y más importante que amar a Jesús y María es dejarse amar por ellos, porque lo más esencial es sabernos amados por Dios. Podemos decir que la primera “conversión” es la de Dios hacia nosotros, la segunda “conversión” es girarnos hacia él. Dice san Agustín: “El hombre no tiene en él de qué amar a Dios, si no lo recibe de Dios. Por eso Juan dice: ‘Cuanto a nosotros, amamos a Dios porque Dios nos ha amado el primero’ (1 Jn 4,19). Y también dice el Apóstol Pablo: ‘La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” . En un siglo como el pasado en el que el sentimiento de reparación ocupaba un lugar importante en la literatura espiritual, el Padre Xiberta, vuelvo a repetir, hecho a leer los Padres de la Iglesia, supo transmitirnos que la gratuidad es la esencia de toda vida cristiana y religiosa. Para él, como para la teología primitiva, el amor, la caridad, no es un atributo de Dios sino su nombre propio, porque Dios es Amor.

Madre María Pilar Simón, O. Carm., Ponencia en el Encuentro de la Familia Carmelita 2011

domingo, 25 de diciembre de 2011

La teología de Bartolomé Xiberta III


El misterio de la Salvación

En la teología dogmática, no basta exponer la obra salvadora y el ser mismo de Cristo, sino que es teológicamente necesario contemplar también esta obra de la salvación desde la Trinidad, entenderla en cuanto acción del Padre en Cristo por el Espíritu. Escuchemos al P. Xiberta: “Dios perfectísimo, necesariamente es conocimiento y amor y, por poco que nos fijemos, el conocimiento es producción, de manera que una vez conocida una cosa ya no necesitamos ir al exterior para conocerla de nuevo, sino que volvemos a lo que es fruto de nuestro conocimiento anterior. En Dios se verifica aquel misterio infinito de la Stma. Trinidad, en el que Dios Padre es verdaderamente Padre porque el conocimiento de Dios es conocimiento íntegro de sí mismo y es producción de un Hijo. Esta verdad la sabemos doctrinalmente y conviene reforzarla en nuestro interior. Dios Padre, con su conocimiento, produce un Dios Hijo el cual es imagen sustancial y perfectísima del Padre, el cual es el Verbo del Padre. Y el Espíritu Santo es igual al Padre y al Hijo, es producción del Padre y del Hijo como corriente de amor del Padre y del Hijo, pero una corriente personal, que es persona como el Padre y el Hijo. Conociendo esta verdad, vemos descifrada esta otra: cuando decimos que Dios nos conoció y nos amó, se ha de entender a través de su Hijo. Lo que Dios ama y amándolo nos ama, lo que Dios conoce y conociéndolo nos conoce, es el Hijo, al que ama exclusivamente. Fijémonos en esto: exclusivamente… Pero un día, desgraciadamente, el hombre deformó esta imagen del Hijo, de tal manera que Dios ya no nos podía amar porque éramos objeto de abominación, ya no podíamos servir para darle gloria… La restauración de la imagen de su Hijo en nosotros resultaba sumamente difícil pero la infinita bondad de Dios no se volvió atrás y así decretó el misterio de la Encarnación. De esta forma, Jesucristo se encontraba en la condición de ejecutar por sí mismo obras semejantes a las nuestras; las obras de la humanidad de Jesucristo resultan el modelo incomparable de nuestras obras, de manera que imitar las obras humanas de Jesucristo es precisamente hacernos semejantes al Padre. Son dos misterios inefables de nuestra religión, sin  los cuales no tendría nada de cristianismo.”

Y prosigue el P. Xiberta: “A veces decimos que quisiéramos ser santos, mejor diríamos que desearíamos imitar a Jesucristo, no para nuestra bienaventuranza en el cielo sino para que Jesucristo sea revelado en nosotros. Y en esto radica la fuerza del apostolado que tiene el cristianismo… y si nosotros no tenemos un apostolado más eficaz seguramente es porque no reflejamos suficientemente la imagen de Jesucristo porque éste es nuestro primer apostolado. Que Ntra. Stma Madre nos enseñe  esta gran misión, la de representar a Jesucristo, ella que la realizó por primera vez y nos dio la imagen como en un espejo, nos conceda la gracia de imitarla también a Ella y ser espejos de Jesucristo”.

El “leitmotiv” que el P. Xiberta nos iba repitiendo a lo largo de todos los ejercicios era éste: “Dios nos ha predestinado para ser conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. La Encarnación del Hijo de Dios y la gracia, es decir, el doble punto de partida de la Trinidad divina, el inmanente y el histórico, pueden considerarse las dos formas como Dios se comunica a sí mismo, ambas se fundan en la única y libre decisión divina de entregarse a la criatura.

Pero el P. Xiberta nos habló más para ahondar en la comprensión de la historia de la redención, y lo hizo de la mano de san Pablo con una cita de Fil, 2,5ss: “Jesucristo que era de condición divina, no tuvo como una rapiña…se anonadó, -es decir, se vació, éste es el sentido de la palabra anonadar- tomando forma de esclavo y haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. “Veneradas hermanas, recuerden que la humillación comporta no aferrarse a las alabanzas, a las alturas, sino rebajarse a una condición inferior”. Y para comprender mejor lo que significan estas palabras de san Pablo, el P. Xiberta nos contaba una historia: “Supongamos que en una familia real hay un ministro, con todas las dignidades que un día, para desgracia suya, obró mal y fue echado fuera de su dignidad y reducido a un estado de suma miseria que se extendía también a toda su familia. En esta situación de miseria, ya no recuperó su dignidad de ministro del rey, y así su miseria material y moral iba en aumento. El hijo del rey, por el amor que le tenía, se propuso restablecerlo y escondiendo que era hijo del rey, abdicando de su dignidad, entró en la misma condición de miseria material y moral de aquella familia, pero su presencia les iba comunicando dignidad, poco a poco se fueron rehabilitando hasta que el hijo del rey pudo volver a llevar a aquella familia con él al palacio real... Veneradas hermanas, aquella humillación tan grande de Jesús, comenzada en la Encarnación, continuó toda su vida, de Belén a la Cruz. Hay actos de caridad que no rebajan a quienes los practican, pero hay otros de humildad que rebajan cuando se depone la propia condición y se asume otra inferior”.

 Y acaba el P. Xiberta con un toque de atención: “En la Iglesia de Dios se considera que el entrar en religión es una humillación como la de los antiguos penitentes, por eso no hay dignidades entre los religiosos, ni título honorífico alguno, los cristianos quieren ver reflejado en los religiosos este aspecto de humildad de la Encarnación del Hijo de Dios”.

 Madre María Pilar Simón, O. Carm., Ponencia en el Encuentro de la Familia Carmelita 2011

viernes, 23 de diciembre de 2011

La teología de Bartolomé Xiberta II


La existencia de Dios

En los citados ejercicios espirituales del año 1963, al hablar de nuestra total dependencia de Dios, el P. Xiberta la ponía en relación con la creación. Él nos decía: “Hagamos un esfuerzo para imaginar el primer instante de la creación, cuando las primeras criaturas fueron creadas, en el mundo no había nada, nada y nada. Nosotros no estábamos, tampoco el sol ni la luna, nada, ni tampoco el derecho a existir. De nuestra parte no había nada, de parte de Dios había él mismo, Dios infinito en su esencia, perfectamente bueno. Hagan esfuerzos por decirlo, por pensar: nada, nada”.

Es dificilísimo imaginar la nada. Mejor dicho, la nada no se puede imaginar, porque si no, sería algo, ya no sería nada. Ahora me pongo a pensar: en el principio no había nada, sólo había la nada, y este pensamiento es falso porque ya estoy pensando en algo, ya le doy forma a la nada. La reflexión filosófica sería pensar: si no había nada y luego hubo, esto quiere decir que hay un ser que no ha comenzado nunca, el ser que está en la base de la inteligencia. Nosotros somos capaces de conocer el ser, de pronunciar el verbo ser. Esto es una mesa, aquello es una silla, yo soy una persona… El ser se autoimpone a la naturaleza humana y nos lleva a intuir que el ser es eterno, que ha comenzado y antes no era. Entonces, esto quiere decir que hay un SER que no ha comenzado nunca, que no tiene ninguna causa. Ninguno de nosotros somos el ser pero no podemos dejar de pensar en el SER y nuestro pensamiento  no tiene otra salida que ir a la raíz, a la revelación de Dios mismo cuando dice a Moisés: YO SOY EL QUE ES[1] Y Jesús en el evangelio: “Soy yo”[2]. Es decir, sí que podemos imaginar que de parte de Dios había él mismo.

El P. Xiberta, en los ejercicios, nos quería hacer ver esta verdad, y que Dios es el autor de todo, de toda vida, y concretamente, el Dios personal y salvífico que se ha revelado como puro amor y como iniciativa. Me quedó muy grabado lo que nos decía: “Si de nuestra parte no había ningún título que demandase ser creados, de parte de Dios sí que había un título, él es la infinita esencia, la infinita perfección. Dios, por su propia substancia conocía esta perfección y conociéndola, se amaba. Sí, Dios se amaba porque la esencia de Dios es el amor. Y Dios quiso que su esencia fuese participada de sus criaturas. Dios, viéndose a sí mismo, amándose a sí mismo, vio que podía hacer participar a la criatura del amor que se tenía a sí mismo. Ésta es la gran realidad que da sentido a todas las cosas: las criaturas por sí mismas no son nada, pero son participación de la esencia divina, nada más ni nada menos, y Dios amándose a sí mismo, ama su esencia amándonos a todos nosotros. Sin esta participación de la esencia divina que somos nosotros, Dios no hubiera creado el mundo. Por eso hemos de afirmar que Dios no ama ni puede amar nada que no sea participación de su divina esencia. Santa Mª Magdalena de Pazzis tiene una frase que corrobora estas palabras: ‘Dios se ama por lo que es en sí mismo, pero también se ama por lo que es en nosotros’. Antes lo había dicho Jeremías: “In caritate perpetua dilexit te Deus”[3]. Hasta aquí el P. Xiberta.

El Concilio Vaticano II, un tiempo después, afirmó que toda realidad brota de la pura iniciativa del amor divino. La creación entera alcanza en la persona humana la cumbre de su sentido, la persona reúne el cosmos en sí misma, se supera a sí misma en libertad y responde así a la palabra creadora con toda la fuerza de su yo y de su mundo. Cuanto más la persona se realiza libremente a sí misma, tanto más es espejo donde se refleja la gloria del Creador. Así la existencia humana se identifica con la gloria de Dios. Dice el P. Xiberta en sus ejercicios que Dios crea un mundo que “deviene”, que se está haciendo continuamente, y prosigue: “Dios no ha creado las cosas según un querer uniforme, sino que cada una es un ejemplar determinado, siempre revelación de Dios. San Pablo dice que Dios lo había destinado para revelar en él a su Hijo, y esta vocación es universal. Las criaturas irracionales han recibido el encargo de revelar las perfecciones divinas. Así, p.e., el sol nos trae luz y calor y nos revela la magnificencia de Dios, si no lo hiciera, sería una criatura inútil y perjudicial, y así todas las otras criaturas. A las criaturas racionales nos toca dar gloria y alabar a Dios por las perfecciones que nosotros  mismos referimos a Dios. San Pablo nos expresa bien el fin de nuestra existencia cuando escribe que somos alabanza de gloria para el Señor[4]. Y otra verdad que la teología nos enseña es que Dios quiere que todas las cosas sean para nuestro bien positivo”. Acaba esta reflexión, como todas las demás de los ejercicios, con una mirada a María: “Nuestra Stma. Madre, con respecto a Dios, está en igualdad de condiciones que nosotros: Fue creada para manifestar las perfecciones divinas. También ella era una llamarada del Corazón de Dios desde toda la eternidad, y esta igualdad de origen y de condición con relación a Dios, da ocasión a coloquios muy eficaces con Ntra. Stma. Madre. Recordemos sus palabras ‘Soy la esclava del Señor, que se haga en mí según tu Palabra… Ha hecho maravillas en mí el que es poderoso”. Hasta aquí las palabras del P. Xiberta. Concluyo con una frase de Gaudium Spes, la Constitución Pastoral que afirma que Cristo se ha unido a cada hombre: “El hombre, creado a imagen de Dios, ha recibido el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad… y ha recibido también la misión de orientar hacia Dios, reconociéndolo como creador de todo, la propia persona y el conjunto del universo, de tal manera que, sometidas todas las cosas al hombre, el nombre de Dios sea glorificado en toda la tierra”[5].

Madre María Pilar Simón, O. Carm., Ponencia en el Encuentro de la Familia Carmelita 2011

[1] Ex 3,14
[2] Jn 18,6
[3] Jer 31,3
[4] Ef 1,6
[5] GS 34

sábado, 10 de diciembre de 2011

La teología de Bartolomé Xiberta I


El mejor don de Bartolomé Xiberta: su amor a Dios, a Jesucristo y a María, ofrecido a las monjas

Conocí al P. Bartolomé Xiberta en el verano de 1963. Vino a la comunidad de Barcelona a darnos los ejercicios espirituales anuales, y en aquel momento servidora era novicia. Lo que más me ha unido a la doctrina del P. Xiberta fue la siguiente experiencia: En nuestra comunidad no teníamos magnetófono y las hermanas deseaban poder tener los ejercicios del P. Xiberta porque presentían que no iba a haber otra posibilidad posterior - había venido un poco enfermo de su viaje a Kenya, y con una afonía persistente -, y me pidieron que los cogiera en taquigrafía y los pasase a máquina. Fue una tarea ardua, él hablaba en catalán y mi taquigrafía era para castellano, además muchos términos eran bastante desconocidos para mí. Hice lo que pude. Pero el tener que escribirlos y repasarlos, me hizo un bien inmenso, su doctrina me quedó muy adentro.

Por eso, me van a permitir que mi visión de la doctrina del P. Xiberta la centre en los ejercicios espirituales que dio a las monjas de Barcelona. Siguió el método ignaciano, con tres meditaciones diarias y una plática, en las que la primera parte es un tratado sobre Dios y la segunda sobre Jesucristo, el Verbo encarnado, ambas impregnadas de la vida espiritual impulsada por el Espíritu Santo, y, cómo no, finalizaba cada meditación con una reflexión mariana. Tuvo también tiempo para darnos una charla diaria sobre la observancia, los votos, la vida fraterna, el Carmelo, etc.

Después del Vaticano II, alguien dijo que si la persona no poseía unos conocimientos teológicos ordenados y sistemáticos sobre el misterio de Dios, del hombre, de la salvación, no iba a poder colocar ordenadamente en los “cajones” del conocimiento el vuelco que ofreció el Concilio Vaticano II de la teología escolástica a la pastoral. La teología del Vaticano II no se mueve ya en una Iglesia en la que en lo profano y en lo social quiera ser un grupo cerrado. La reflexión de la fe se hace ahora en una Iglesia que está en diálogo abierto que da origen a un pluralismo teológico y también filosófico. Dice UR nº 11 que las muchas afirmaciones particulares de la fe eclesiástica se expresarán en un lenguaje que haga comprensible el núcleo sencillo y originario de la fe cristiana.

Este preámbulo es para decir que siempre he creído que la teología del P. Xiberta no se ha hecho antigua ni pasará, porque remite a conclusiones siempre actuales. En su reflexión estaba presente la relación entre el horizonte de la inteligencia y la experiencia concreta: El conocimiento teológico que tenía el P.  Xiberta lo aplicaba a los hechos históricos, a la situación social, espiritual, etc. Sus afirmaciones teológicas que naturalmente deberían estar condicionadas por el horizonte histórico, es decir, por la inteligencia de una época, fueron y son siempre actuales en cuanto a la doctrina. Los principios que usaba no son cambiantes y además, se adelantó con mucho a su época. Ésta es la tesis de mi ponencia que voy a probar con algunas reflexiones del mismo P. Xiberta.

Madre María Pilar Simón, O. Carm., Ponencia en el Encuentro de la Familia Carmelita 2011

sábado, 3 de diciembre de 2011

La Sagrada Escritura, un gran tesoro


Con respecto a la estima que debemos a la Sagrada Escritura nunca podremos exagerar. Ella contiene la Palabra de Dios revelada por el Espíritu Santo y El es el autor principal, mientras que los que la escribieron eran solamente instrumentos. La Sagrada Escritura fue dada a la Iglesia como un gran tesoro, y de él principalmente toma su doctrina.

Los protestantes acusan a los católicos de no dar a la Escritura la importancia que merece. Nosotros debemos procurar que tal acusación sea falsa.

La Biblia hay que usarla debidamente. Ante todo, con la máxima reverencia. San Francisco de Sales la leía siempre de rodillas. En segundo lugar, hay que leerla con espíritu de fidelidad al magisterio de la Iglesia. El error capital de los protestantes fue tomar la Biblia al margen de la Iglesia. Y, sin embargo, el tesoro de la Sagrada Escritura lo confió a la Iglesia, y la Iglesia lo interpreta y nos lo da a nosotros. Es, pues, en comunión con la Iglesia como debemos esforzarnos por recoger los tesoros de la Escritura.

En tercero lugar, la Biblia no hay que leerla con curiosidad, como para ampliar los propios conocimientos, sino como queriendo descubrir en ella la fuente misma de las doctrinas que debemos creer y deben ser la guía de nuestra vida cristiana. El conocimiento de la doctrina es un presupuesto para el recto ejercicio de la  fe, pero este conocimiento, como tal, no constituye formalmente la perfección cristiana. (…)

La invitación a la lectura de la Sagrada Escritura no se hace principalmente con vistas a una mayor ciencia. Sin embargo, supuesta la necesidad de una doctrina apta para orientarse en la vida espiritual, esta doctrina es infinitamente más bella en los libros inspirados por Dios, que en todos los volúmenes de los hombres.

Así pues, si quiere contemplar los misterios inefables da las Divinas Personas y del Verbo Encarnado, le será de muchísima más eficacia la lectura de las divinas Escrituras, que todas las explicaciones de los libros escritos por los hombres. Así también no existe mejor medio para sentir toda la fuerza del espíritu cristiano, que el leer y escuchar los sermones del mismo Jesús, consignados en el Evangelio.

Bartolomé Xiberta, O. Carm., “Cartas desde el Carmelo”, p. 97-98