El amor que el P. Xiberta tenía a Jesús, el Verbo encarnado, y a nuestra Madre, le hacía preguntarnos: “¿Qué es más importante que amar a Jesús y María?” Y la respuesta era: “Dejarse amar por ellos”. Él había entendido perfectamente y vivía la realidad de que Dios en Cristo ama a sus criaturas, tiene sed de amarlas y sed de nuestro amor. Recordemos la frase del P. Xiberta: “hemos sido predestinados a ser conformes a la imagen de Jesús”, recordatorio que hacía en cada meditación.
Ahora se habla mucho del pathos divino, es decir, del hecho de la participación de Dios en la situación difícil del hombre, de la persona humana, del compromiso de Dios en la historia. El pathos afecta a Dios, no sólo en el conocer sino también en el sentir de Dios. Para Dios yo soy alguien que tiene un valor ante él. Nadie se ha tomado tan en serio al hombre como Dios, porque la persona humana no es sólo la imagen de Dios, es la preocupación, el desvelo perpetuo de Dios. Con todo, hemos de precisar que la noción de pathos divino no puede identificarse con la esencia de Dios, porque no es algo absoluto sino una forma de relación. San Gregorio de Nisa dice que las palabras y los conceptos crean los ídolos de Dios, por eso hemos de entender bien lo que decimos y fundamentarlo en la Escritura y en los Padres de la Iglesia.
Aunque no es muy común que Dios manifieste sus sentimientos, en algunos lugares, como en el cap. 11 del profeta Oseas, Dios nos deja leer en su corazón, nos manifiesta el incoercible deseo que tiene de hacer, sea como sea, alianza con la humanidad caída. Pero Dios no podía expresar todo su deseo en el A.T. porque no era hombre . En la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo eterno del Padre, Dios y hombre, se nos expresa definitivamente este Amor, este Deseo que llama a todo hombre. En la teología del P. Xiberta, afincada en la lectura de los Padres –y en este apartado del deseo de Dios, san Agustín, san Bernardo, santo Tomás, entre otros, son hombres de deseo y así lo manifiestan en sus escritos- en esta teología, el P. Xiberta nos quiso expresar que Dios, en Jesucristo, vive del deseo del hombre, y el deseo que tiene el hombre de Dios es respuesta al deseo que Dios tiene del hombre. Jesús en la Cruz lanza el grito: “Tengo sed”, sed de que la persona, el ser humano, tenga sed de él.
En los ejercicios espirituales, el P. Xiberta se esforzaba en hacernos experimentar el gran amor que Dios nos tiene, no sólo al crearnos, sino sobre todo y de manera especial durante su vida terrena y su Pasión y muerte de cruz. Nos decía: que Jesús había deseado ardientemente este momento supremo de su vida. Y repasaba los evangelios para que viésemos cómo, a medida que se acercaba “su hora”, se intensificaba el recuerdo de su pasión y muerte y aceptaba los sufrimientos que le sobrevendrían. Copiamos sus palabras: “Cuando un objeto, algo, produce dolor, este dolor afecta al corazón, en Jesús no era preocupación externa sino sentimiento de amor. A nosotros nos miraba como el objeto de su pasión, como los causantes. Si su Corazón amabilísimo hubiera sido capaz de rechazarnos, lo hubiera hecho, pero para Jesús la pasión y muerte era la finalidad de su vida, la finalidad de su unión hipostática con el Verbo”.
“Seguramente que el conocer y profundizar los sentimientos interiores del Corazón de Jesús será objeto de nuestra contemplación y nuestro gozo accidental en el cielo”. Esta frase del P. Xiberta concuerda perfectamente con la coronación del deseo que expresa santo Tomás: “En esta felicidad, consecutiva a la visión divina, todo deseo humano queda saciado, según la palabra del salmo: ‘Colma tus deseos con sus bienes’, y todo esfuerzo humano encuentra ahí su coronación” . O sea, el deseo de Dios continuará en el cielo, porque Dios seguirá deseando a la persona y la persona a Dios. Como siempre, al final de cada meditación, el P. Xiberta hace una referencia a María: “Ntra. Stma. Madre que debía ser la confidente, la testigo de las manifestaciones externas de los pensamientos internos de su Hijo, nos ayude a conocer estos mismos sentimientos”.
Acabo este apartado como lo he empezado. Dios desea a la persona, y más importante que amar a Jesús y María es dejarse amar por ellos, porque lo más esencial es sabernos amados por Dios. Podemos decir que la primera “conversión” es la de Dios hacia nosotros, la segunda “conversión” es girarnos hacia él. Dice san Agustín: “El hombre no tiene en él de qué amar a Dios, si no lo recibe de Dios. Por eso Juan dice: ‘Cuanto a nosotros, amamos a Dios porque Dios nos ha amado el primero’ (1 Jn 4,19). Y también dice el Apóstol Pablo: ‘La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” . En un siglo como el pasado en el que el sentimiento de reparación ocupaba un lugar importante en la literatura espiritual, el Padre Xiberta, vuelvo a repetir, hecho a leer los Padres de la Iglesia, supo transmitirnos que la gratuidad es la esencia de toda vida cristiana y religiosa. Para él, como para la teología primitiva, el amor, la caridad, no es un atributo de Dios sino su nombre propio, porque Dios es Amor.
Madre María Pilar Simón, O. Carm., Ponencia en el Encuentro de la Familia Carmelita 2011
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