La doctrina espiritual de Bartolomé Xiberta es y seguirá siendo actual, pues la ha bebido en las más puras fuentes del Evangelio, cuyas verdades él intuye con su agudeza de teólogo y vive como cristiano práctico y religioso fervoroso. Los santos parece que tienen un sexto sentido para captar las cosas de Dios. Son, como todos los mortales, hombres de su tiempo, que reciben las influencias del medio en que tuvieran que desenvolverse, pero que, en la aplicación práctica de las verdades, saben dar la importancia a lo que lo tiene y guardar en todo un justo equilibrio.
El punto central de su mensaje yo lo veo en el enfoque que él da al amor: “Jesús es bueno y nos ama”, que nos suena en sus labios y en su pluma como el magnum gaudio, es decir, el anuncio gozoso de la Buena Nueva. La iniciativa parte de Dios. Es, al fin y al cabo, lo mismo que nos dice el Discípulo amado: “En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros” (1 Jn. 4,10).
Bartolomé Xiberta, con la sencillez de un niño y con la profundidad de un teólogo, repite continuamente en sus cartas: “Jesús es bueno y nos ama”. Se dice de San Juan Evangelista que al fin de su vida ya no sabía decir otra cosa, sino: “Amaos los unos a los otros”. El Padre Xiberta en su madurez llega también a una simplificación semejante de la vida espiritual: “Por lo demás, no sabría qué decir, sino lo de siempre: “Que Jesús es bueno. Aquí empieza y acaba todo” (carta 39).
Y, como buen carmelita, al amor de Jesús une el Padre Xiberta el amor de María: “Jesús y María son buenos y nos aman. Jesús es bueno y María es nuestra Madre, así que es un estúpido el que se angustie”, y de diversas maneras va repitiendo los mismos conceptos.
El primer efecto que produce en nuestra alma sabernos objeto del amor de Dios es una gran alegría, tanto más grande cuanto más se comprende y se cree esta verdad. “Con el gozo y la paz empiezan los frutos de Espíritu Santo”. Nada tiene de particular, pues, que él dé tanta importancia a la alegría en el Señor: “Con un Señor tan buenísimo y una Madre como María, ¿cómo no estaríamos rebosando de alegría”.
Pablo M. Casadevall, O. Carm., in “Fragmentos Doctrinales de Bartolomé Xiberta”, p. XI-XIII
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